San Francisco de Sales, Obispo y Confesor

Por algo quiso nuestro amadísimo San Juan Bosco el engendramos en Cristo, quiero decir, al fundar la Pía Sociedad Salesiana, por algo quiso bautizar a sus religiosos, a sus alumnos y a sus cooperadores con el nombre de Salesianos. Religiosos Salesianos llamó a sus religiosos; alumnos salesianos a sus alumnos, y, finalmente, cooperadores salesianos a sus terciarios, digámoslo así. Y así llamamos ahora a aquellos seglares, porque generalmente seglares son, aunque también pueden serlo los religiosos de otras Ordenes; a todos los cuales cooperadores (tanto seglares como sacerdotes y religiosos) D. Bosco les llamaba sus pies, sus brazos y sus manos, porque sin ellos, solía decir, “no podemos vivir ni mantener tantas empresas como nos ha confiado la Providencia del Señor” . Por lo
cual, los cooperadores salesianos, mirados a esta luz, son más terciarios de la Pía Sociedad Salesiana que los terciarios de otras Ordenes, por ser tan necesarios para el mantenimiento de la nuestra. Ahora bien: ¿por qué al bautizar don Bosco a sus religiosos, a sus alumnos y a sus cooperadores les impuso no su nombre o apellido, sino un apellido tan ilustre y glorioso como el del santo obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia San Francisco de Sales?  Y no olvidemos nunca que los doctores de la Iglesia (que son, por cierto, muy poquísimos, muy contados) forman y hacen después de los Santos Apóstoles y Evangelistas, la aristocracia de la Iglesia, por ser (y esta es doctrina católica) santos de mucha más principalidad que todos los confesores, y más que todas las vírgenes, y más que todos los mártires, y más que los fundadores de Ordenes o Congregaciones religiosas. Y entre los Santos Padres y Doctores de la Iglesia es San Francisco de Sales (así lo dice el Breve Apostólico de su Doctorado) “uno de los más eminentes” . Y, por cierto, que es también uno de los Doctores más fecundos, como lo rezan y cantan las religiones o fundaciones que le tienen por patrono celestial; porque no solamente le tienen por Patrono los Hijos de D. Bosco,. sino que también le tienen por tal (entre otras familias religiosas) los misioneros de Annecy y los Oblatos salesianos de San Francisco de Sales de la Venerable María de Sales Chappuis y del padre Bresson de Troyes y de madama Carré, y los clérigos de Chaiunont, y la famosa y copiosa fundación francesa del apostólico y santo monseñor Segur, bajo la inspiración nada menos que del Pontífice de la Inmaculada, de  la Infalibilidad y del Syllabus, Pío IX el Grande, que fué cabalmente el que declaró Doctor de la Iglesia a San Francisco de Sales.



Ahora bien: ¿por qué (vuelvo a preguntar), por qué quiso D. Bosco, nuestro Padre. que sus religiosos, sus queridos cooperadores y sus alumnos se llamasen salesianos y tuvieran por modelo y por Patrono
celestial a este gloriosísimo Doctor? Porque el amor es el fundamento de todas las empresas de D. Bosco; y siendo San Francisco de Sales el Doctor de la piedad, el Doctor de la devoción (que es, como él mismo nos enseña, la flor y la nata de la caridad..,). el Espíritu Santo fue el que le inspiró a D. Bosco este Patronato, por ser el santo obispo de Ginebra el Doctor del Amor de Dios.

La educación salesiana se desarrolla siempre en una atmósfera encantadora de cariño y amor verdaderamente paternales. La Santa Pedagogía salesiana opone al sistema represivo el sistema llamado preventivo. que aunque es el más penoso para el maestro, es el más apreciado y estimado por
los discípulos. Don Bosco, sin olvidar los fueros de la autoridad, lo primero que exige a sus maestros es el amor. “Sed más padres que superiores (les decía), amad de corazón a vuestros discípulos, y ya veréis qué bien los educaréis...: yo no quiero más Pedagogía que la que tiene por base y fundamento el amor...”

Pensamientos y dichos son estos propios y muy propios de San Francisco de Sales, cuya benignidad, cuya mansedumbre, cuya paciencia, cuyo encendido amor habían conquistado el corazón de D. Bosco con tales arrestos y con tal encanto, que siempre suspiraba por ver estampados en sus hijos los ejemplos, el nombre y el encendido amor del santo obispo de Ginebra.

Deus cháritas est, Dios es todo caridad. Dios es todo amor. Este sagrado texto tan sólidamente le tenía encarnado San Francisco de Sales en su corazón, que para ser cristiano, solía decir, lo primero (claro está que después de la Pe), lo primero ante todas las cosas es amar. Todo, todo es amor en Dios; todo, todo absolutamente es amor en la Santa Iglesia.

Léase el prefacio del Santo a su sublime Tratado del Amor de Dios. Recuérdese lo que el gran Bossuet decía cuando le llamaba a San Francisco de Sales hoguera luminosa y ardiente, lucerna ardens et lucens. Por eso decía ese gran panegirista del Santo que la dulzura cristiana es la flor del
amor, la flor de la santa caridad, que es la reina de todas las virtudes; y que la dulzura se compone de tres virtudes principales, conviene a saber: paciencia, compasión y condescendencia: virtudes que
son absolutamente necesarias a todos los directores de almas y, por tanto, a todos los maestros y educadores: la paciencia para sufrir mansamente las flaquezas de nuestros prójimos: la compasión, para sentirlas de todo corazón, y la condencesdencia, finalmente, para curarlas.

Por la fuerza de esa dulzura salesiana (añade en otro sermón el elocuente Bourdalue), por esa dulzura, paciente en verdad, pero también activa y llena de arrestos, triunfó de la herejía Francisco de Sales, y
por virtud de esa misma dulzura restableció triunfalmente en la Iglesia la piedad. Doctor de la piedad le llaman, que es tanto como llamarle Doctor de la devoción. "La cual (y el mismo Santo nos lo dice con elocuente encantadora lindeza en el capítulo segundo de la Filotea o Introducción a la vida devota) es dulzura de las dulzuras, reina de las virtudes y perfección de la misma caridad. Porque si la caridad es como leche, la devoción es la nata; si la caridad es una planta, la devoción es su flor; si es bálsamo escogido, la devoción es la fragancia que exhala, fragancia tan suave que a los hombres les conforta y a los ángeles les recrea.”

Y he aquí por qué la Providencia de Dios dispuso que San Francisco de Sales fuese nombrado por nuestro inspirado Padre Don Bosco, patrón de su Congregación. Y he aquí también las virtudes principales que nos están recomendadas a los religiosos y cooperadores del fundador inmortal de la Pía Congregación Salesiana. Pero ¿le amamos de veras a nuestro Patrón celestial? ¿Nos acomodamos de veras y con toda fidelidad a las enseñanzas que mediante este patronato nos da nuestro amadísimo patriarca Don Bosco? ¿Estimamos, apreciamos, veneramos y amamos de corazón a San Francisco de Sales? ¿Nos enfrascamos en la lectura de sus libros para aprender y practicar esas virtudes que tan
lindamente y tan sabiamente en sus obras nos enseña?

Yo no quiero pediros, i oh cooperadores salesianos!, que os enfrasquéis en la lectura de más de veinte tomos en donde se contienen las obras de San Francisco de Sales. Pero sí quisiera que estuvieseis familiarizados con alguno de sus libros; dos de los cuales (que son los dos principales que escribió)
debían ser familiares perpetuos de todo cooperador salesiano; por lo menos el libro inmortal de la Introducción a la vida devota, llamado también vulgarmente La Filotea.

Y de tal manera quisiera yo que fueseis leyentes perpetuos de estas páginas de oro, de luz y de amor, que creo que no me engaño mucho si os digo que no acaba de ser castizo cooperador salesiano él que no haya leído y releído con nocturna y con diurna mano ese libro que es el más popular
dél Doctor de la devoción y uno de los seis mejores libros ascéticos que en el mundo se han escrito.

!Qué libro, qué páginas, qué estilo, cuánta sabiduría, cuántos encantos! Sería no acabar el querer tejer ahora testimonios irrecusables del valimiento soberano de tan precioso libro. Pero si Dios, Nuestro Señor, lo quiere, no faltará ocasión de traer a colación otro día esos testimonios para mucho bien de los cooperadores salesianos. Los cuales, no sólo han de ser bienhechores de la Pía Congregación Salesiana, sino también bienhechores de sí mismos; porque verdaderamente santifican sus almas no sólo con tan santo oficio, sino con las demás prácticas espirituales que para esa santificación D. Bosco 1es recomendaba. Y tanto las estimulaba su amantisimo amigo Pío IX el Grande, que llegó
a decir que le parecía que andando el tiempo estaría el mundo entero lleno de cooperadores salesianos. Dios lo quiera; y de El y de la Santísima Virgen, lo alcancen de consuno nuestro Padre San Juan Bosco y nuestro modelo y Patrón celestial San Francisco de Sales.

Juan Marín del Campo. Cooperador Salesiano

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