Don Rinaldi en la muerte de Doña Dorotea Chopitea



BOLETÍN SALESIANO, Mayo 1891, pg. 60
Carta de Don Felipe Rinaldi enviada al Boletín Salesiano

NECROLOGÍA

La Congregación Salesiana lamenta profundamente una nueva desgracia. La señora Dorotea Chopitea de Serra, la incomparable bienhechora, la providencia visible de nuestras Casas de Sarriá y Barcelona, ha muerto.
La señora Chopitea de Serra adornada de las prendas más estimables, era toda una señora y tipo acabado de mujer cristiana. Si tenía grandes riquezas, eran mayores sus virtudes; y al observar el nobilísimo empleo que hacía de sus bienes, uno se sentía movido a deseárselos inagotables, como quiera que no vivía sino para beneficiar, considerándose, más bien que dueña, tesorera y dispensadora de los caudales concedidos por Dios. Cuando se repara en modelos tan cumplidos, como hay pocos, se siente singular consuelo de ver que la pobre humanidad, entre tantas miserias que la afligen, ofrece aún para ejemplo universal verdaderos imitadores de Jesucristo y Evangelios vivos como son las almas santas; pero no puede menos de deplorarse con profunda pena el adiós eterno que nos dan no obstante sea para ir a recibir la inmarcesible corona que Dios les depara en los cielos.
He aquí a continuación la tristísima noticia que el señor Director de las Casas mencionadas nos comunica en las cartas siguientes:


                                                                J.M. J.

Barcelona-Sarriá, 31 do marzo do 1891


REVMO Y QUERIDO PADRE:
Aunque V.R. ha recibido noticias telegráficas sobre la enfermedad de Doña Dorotea creo deseará tenerlas más circunstanciadas, y me apresuro á dárselas. El caso es grave y muy grande nuestra aflicción. Se trata de una pulmonía doble ocurrida de un modo inesperado. Ayer mientras los médicos se reunían en consulta y cuando los hijos y nietos, en número como de treinta, estaban aguardando la opinión de aquellos, la bondadosa mamá me mandó llamar unas cinco veces. ¿Qué le preocupaba? — Mire, Padre, me dijo luego que me presenté, había preparado para sus niños una merienda en la torre (casa quinta en Sarriá) á donde deseo que vayan á divertirse esta tarde.
En la noche cuando se temía fatigar su imaginación y apenas si se conversaba junto á ella, llamó á su hija Isabel y le dijo: — Sabes que compré lienzo para sábanas del Colegio del Angel; ordena que hagan no menos de doscientas.
Esto le indicará su tranquilidad y cómo es nuestra afectuosísima madre. Sor Clarina pasó la noche á su cabecera. La familia nos trata con el mismo cariño que la Señora y todos han agradecido muchísimo el telegrama de V. E. y la promesa de hacer una novena á María Auxiliadora en Turín y otra en Valsálice. Esperamos que esas oraciones unidas á las de innumerables personas que acá ruegan por la salud de la muy amada enferma serán escuchadas favorablemente en el Cielo.

B. L. M. de V. R,. su afmo. hijo Felipe M. Rinaldi
P S . 1° de abril. La enfermedad se ha agravado anoche. Mucho temo una catástrofe. Dios nos asista.


Barcelona, Sarriá, 2 de abril de 1891

REVMO. Y QUERIDO PADRE:
Nuestra madre sigue de mal en peor; y crece nuestra aflicción no obstante que no perdemos la esperanza en una gracia particular del Señor y de María Auxiliadora. Los síntomas son mortales. ¡Ah cuántas veces he oído decir en este año á Doña Dorotea que se acercaba su fin. Parecía entrever el término de sus trabajos, ó mejor, que oyese la voz de Dios que la llama á recibir eterna recompensa. Yo trataba de no dar importancia á tal idea, porque no podía ni puedo conformarme con que se vaya una señora sin igual, que además de su notoria caridad con nuestra casa, me trata como a verdadero hijo. Esto sucede a todos los pobres e instituidos de caridad, porque a todos compadece, ayuda y aconseja familiarmente y con prudencia consumada. Tan arraigada tenía ella el pensamiento de su propia muerte, que es increíble cuánto ha insistido en este último tiempo para que comenzara los trabajos de la iglesia de María Auxiliadora. Esta será mi última obra, decía. Por eso pedía por telégrafo el permiso para ello. Pocos días hace que me preguntó: ¿Cuántos hombres trabajan en la fábrica? Veinte, le contesté. Que sean cincuenta, me dijo. Y con la piedad propia de los santos exclamó en cierta ocasión: ¡Oh cuánto amo a María Auxiliadora! ¿Podrá, pues, María Auxiliadora dejarle de ayudar? Seguro estoy de esta ayuda.; pero tengo miedo que sea no para devolverle la salud y regocijar con ello a la desconsolada y excelente familia, a los millares de pobres, a tantas casas religiosas y a nosotros los Salesianos, sino para llevarla directamente al cielo. ¡Ojalá! me equivoque, y pueda darle bien pronto mejores noticias.
Dígnese dar su bendición a esta su familia y a su afmo. hijo Felipe M. Rinaldi



                                                                                J.M.J.

Barcelona-Sarriá, 3 de abril de 1891

REVMO. SR. Y QUERIDO PADRE:
La madre de los pobres y huerfanitos, nuestra excelente madre Doña Dorotea ha ido á recibir al Cielo el premio de sus buenas obras, hoy á mediodía, esto es, en el primer viernes del mes consagrado al Sagrado Corazón de quien era singularmente devota.
Dícese que Don Bosco, que la distinguía con extremo aprecio, le declaró, cuando visitó este país, que pediría al Señor la gracia de tenerla muy cerca de si en el Paraiso y sin que hubiera de pasar antes por el Purgatorio. Y á la verdad es de creer que ha conseguido esa gracia, pues su muerte ha sido hermosa y envidiable como la de una santa.
Recibió todos los sacramentos, bendiciones é indulgencias posibles; no cesó de hacer actos de perfección cristiana, y hoy á las cuatro de la mañana, según su piadosa costumbre observada día á día desde hace cuarenta años, recibió la santa Comunión. Reuniendo á sus cinco hijas junto á su lecho, les hizo sus últimas recomendaciones, y les encargó que en muriendo la vistiesen de hermana de caridad, que se le hiciesen modestos funerales y se invitase á ellos á sus protegidos. Luego las bendijo en el nombre de Dios, como también á sus numerosos nietos. Yo llegué al terminarse ese precioso acto. Eran como las nueve y media y á poco comenzó la agonía. El Padre Jesuita que le recomendó el alma estaba tan conmovido y recitaba las preces de la Iglesia con tal sentimiento que era imposible contener las lá lagrimas. Ella en tanto conservaba perfecto conocimiento y no perdía ni una sola palabra; rodeada de su cristiana familia y de todos sus nietos, con una piadosa sencillez y regimiento que atravesaban el corazón, veníame á la memoria la muerte de Jacob y de los antiguos patriarcas.
Su último movimiento fué estrechar el crucifijo, besarlo y elevar una dulce mirada al cielo como si dejera: « Voy á mi verdadera patria por la que siempre he trabajado”.
Voló su alma á la gloria y quedamos nosotros anegados en llanto, porque ella no era sólo una santa y una sin par bienhechora, sino una madre incomparable y de bendita e incomparable memoria para los Salesiano. Sí, querido Padre, en la muerte de doñan Dorotea lloramos la de nuestra muy amada y tierna madre.
Su afmo. hijo Felipe María Rinaldi



Barcelona, Sarriá 5 de abril de 1891

Rvmo. y querido Padre:
Ayer tuve que pasar to el día fuera de casa, y mi carta quedó sobre la mesa esperando esta otra, con la cual le acompaño una excelentes diarios que hablan del fallecimiento de Dña. Dorotea. Todo la encomian con singular encarecimiento, y no obstante siempre será poco para lo que se merece. Pocos
saben cuanta rectitud de intención animaba sus obras y cuan sobria era en su aliento y modesta en su vestido. Con ser tan rica, no tenía nada de lujo y sus hijas le regalaban en cada cumpleaños no que era necesario para en conveniente estado de decencia con que se contentaba. Amaba la sencillez y economía para dar los ahorros a los pobres, y fue menester que durante dos años sus domésticos insistieran para que se resolviera a cambiar sus dos viejos caballos de su coche, del cual también habría desprendido si a causa de sus años no le hubiera sido indispensable para visitar a sin números de desgraciados.
Doña Dorotea era más conocida de los pobres que de los ricos, como que el objeto constante de sus pensamientos eran los pobres, no por efecto de sentimiento natural, sino porque procuraba particularmente la salvación de sus almas. Empeñábase por cumplir con la máxima del Evangelio en que no supiese la izquierda lo que hacía la derecha y derramaba abundantemente sus tesoros en
los institutos benéficos, prefiriendo, como Don Bosco la niñez a la vejez; porque sabía que la vejez mueve más fácilmente a la compasión, mientras que los niños que han de formar la familia y la sociedad quedan generalmente abandonados
No obstante sus disposiciones, se le han hecho solemnesímos funerales. Es justo y natural, y así asistieron todos los institutos de niños y niñas y asociaciones largamente favorecidas por ella. El  Sr. Obispo suspendió su visita pastoral para honrar la exequias con su presencia, juntamente con otro Obispo, y concurrieron además el Sr. Gobernador, el Sr. Alcalde y mil otros distinguídos personajes. El acompañamiento era tal que llenaba absolutamente las vastas calles de Cortes y Prado de Gracia. La simplicidad majestuosa de aquel espectáculo, la simpatía y espontaneidad que se notaba en los semblantes de todos y hasta la hora de los funerales me hacían recordar los de nuestro venerado Don Bosco. ¡Ah! bien se advierte que el Señor premia á los buenos aquí en este mundo.
Hoy fueron sepultados los restos mortales de aquella matrona modelo, que los Salesianos no podremos olvidar jamás por jamás.
!Descanse dulcemente en los brazos del Señor!
La familia de Doña Dorotea, que usted bien conoce, ha manifestado gran resignación cristiana en su profundo dolor; y más que con lágrimas y gemidos piensa en expresarle su grand afecto con sufragios, en imitar sus virtudes y mostrarse digna de tal madre. No es de maravillarse, pues, que son descendientes de la familia de San Vicente Ferrer quien les anima con su espíritu y ayuda con su intercesión.
Ruegue V. E. para que yo sepa aprovecharme de tau preciosas lecciones.

De V. R.
Afmo. H. S. y C. Felipe María Rinaldi


A las sentidas palabras que acabamos de reproducir nos bastará agregar que la señora Doña Dorotea Chopitea de Serra era en Barcelona el alma de todas la obras de caridad y religión. Obra suya son los Talleres Salesianos y el Colegio del Angel de la Guarda en Sarriá, el Oratorio Salesiano y Hospital del Sagrado Corazón en Barcelona. Quizá no bay templo ni conveto de esta ciudad que no le sea deudor de cuantiosas limosnas.
Las escuelas católicas, las Salas de Asilo de párvulos, el esplendor del culto, las prisiones, los presos de la cárcel, todo era objeto de la caridad inagotable de su hermoso corazón. Pertransiit bene facicndo.

Hacemos nuestras las siguientes hermosas palabras del Diario de Cataluña:
« Ni las oblaciones de bendita esposa, ni los desvelos de cariñosa madre, ni las atenciones á la amistad y social trato debidas, en lo cual escrupulosamente cumplía, dejában la vacar á que fuese constante y asidua huésped del tugurio del menesteroso, de la cabecera del enfermo, del calabozo del preso, de la cuna del expósito, del asilo de la arrepentida..... Doña Dorotea era toda para todos.
Arbitro de desavenencias, apoyo de vacilantes, enfermera de propios y extraños, amparo de débiles, escudo donde se estrellaban los fuertes, sostén decidido de aspiraciones generosas, alivio de los que gimen, dique de perversas invasiones, fomento de toda institución cristiana, adalid decidida ó infatigable de cuanto redundara en gloria á Dios, bien de las almas y consuelo del prójimo y valiosísima auxiliadora de infortunios, desventuras y desconsuelos entre los mortales.
Y si admirando, aplaudiendo y amparándose del celo de Doña Dorotea, cuya caridad antes del alba y al medio día y bien cerrada la noche por doquier andaba, nombrarla autoridades, corporaciones, cofradías, montepíos y asociaciones. Presidenta de una Junta benéfica, aceptába la modesta y benévola; dirigíala con atinadísimo acierto y prodigioso resultado, siempre y cuando informára la institución mi espíritu exclusivamente cristiano; pues jamás aceptó cargo alguno en esas empresas filantrópicas, que so pretexto de caridad faltan al primordial precepto de amar á Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
Este fue el móvil de los portentos inauditos de la inagotable caridad de Doña Dorotea : Su amor á Dios ardentísimo y por consecuencia su amor al prójimo. Enmudezca nuestra pluma y hablen por ella los millares de pobres que en el tránsito de su cadáver daban muestras de su agradecido desconsuelo, la
fundación del Hospital dcl Sagrado Corazón, las Hermanitas de los pobres, los Talleres Salesianos, el Colegio del Sagrado Corazón, las Hermanas de la Esperanza, los Hermanos de San Juan de Dios, las salas de Asilo de niños y niñas, las Hermanas de San Vicente de Paul, los Hermanos de la Doctrina
cristiana, las Hermanas Josefinas, las Misiones de Filipinas, los temidos de esta capital recientemente construidos, y en fin, todos los necesitados de esta ciudad, y todos los extranjeros que á ella acudían para un fin piadoso, quienes la primera mano que pensaban confiadamente había de abrírseles generosa era la de Doña Dorotea de Serra. Y no sólo aquí, sino en las grande calamidades de otras poblaciones y de otros países atendía. Su caridad no conocía patria.
El óbolo cuantioso de Doña Dorotea llegaba á Roma para socorrer al Sumo Pontífice, á los inundados de Murcia, á las víctimas de los terremotos de Italia, á las iglesias de Orán, á los Santos Lugares, á los náufragos del Cantábrico y á las Misiones de la Patagonia.
¡Ha muerto y ha muerto con envidiable dichosísima muerte! Breve enfermedad ha cortado el hilo de tan preciosa existencia y durante ella ha concentrado, reflejando sus vivísimos fulgores, la excelsitud de su vida. Talis vita finis ita. »


Funerales.

Tomamos del mismo diario:

« Ayer (11 de abril), en Santa María del Mar, tuvieron lugar los funerales por el alma de la Excma. Sra. Doña Dorotea Chopitea, viuda de Serra.
Muy acertada estuvo la familia de la virtuosa dama en disponer que los expresados funerales se celebraran en Santa María del Mar, en lugar de Santa Ana; porque en esta última iglesia bubiérale sido imposible penetrar á la cuarta parte de las personas que asistieron en Santa María, pues siendo este última el templo más capaz de esta capital, quedó pequeño, en atención del inmenso gentío de todas las clases de la sociedad que acudieron á rogar por el alma de la caritativa dama, en términos que, faltando las sillas, muchos tuvieron que permanecer en pie bien que tampoco cabían más sillas.
Creemos que si se hubiesen celebrado los funerales de una persona real, fallecida en nuestra ciudad, no hubiera asistido mayor número de fieles.
Veían se allí muchos sacerdotes regulares y seculares, muchas religiosas y el alto Clero, presidiendo el duelo el M. I. Dr. Don Francisco de Pol, Vicario general de esta Diócesis.
Modesta durante su ejemplar vida, la señora viuda de Serra quiso serlo aún después de su muerte y así como no se permitió que se afease su ataúd con coronas de quincalla que para nada sirven en el otro mundo, tampoco quiso que sus exequias se convirtieran en un concierto musical. Asi, el oficio de difuntos fué á canto llano, sin acompañamiento de música alguna. Otra particularidad observamos.
Hemos asistido á funerales en que algunos de esos que van á las exequias de sus amigos más, por compromiso que por devoción, olvidando la santidad del templo, se ponen á hablar, como si fuera en la calle, pero en los funerales de la señora Chopitea, reinó un silencio imponente, y parecía que los concurrentes no osaban desplegar los labios más que para rezar.
Las virtudes de la difunta se imponen hasta más allá del sepulcro; y así, al salir á la calle se oía que los pobres que habían asistido á los funerales decían conmovidos: “Ya murió la santa”.
Mas por si tuviese su alma necesidad aún de oraciones y sufragios la recomendamos á nuestros religiosos, huérfanos y educandos á la vez que á todos nuestros bienhechores y Cooperadores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario