Ecos de la guerra.


BOLETÍN SALESIANO Septiembre-Octubre de 1919.
(De una carta del P. Tozzi, Superior de los Salesianos de Cape Town al P. Albera).


... Durante la guerra nos llegaba el correo una vez el mes. Y siempre nos traía el anuncio de la muerte de algunos Salesianos. Por eso nunca tuve valor para escribirle pidiéndole refuerzos. Nosotros también perdimos en la guerra y por la guerra cuatro hermanos, y S. R. sabe cuántas obligaciones pesan sobre nosotros en esta ciudad, con las Escuelas Profesionales y la Asistencia de los Emigrados. Muchas manos se tienden a nosotros pidiendo educación y pan. Amado Padre, ahora que la guerra ha pasado, me atrevo a pedirle un auxilio de personal.

El 11 de noviembre las autoridades consulares dieron un banquete en el City Club para celebrar el armisticio. Había muchos invitados: almirantes, oficiales, comerciantes, el Arzobispo anglicano, etc. Al terminar, se dió el anuncio oficial a todos los centros de la Colonia, y una como onda de bienestar sacudió a todos los habitantes. Empezaron las salvas de cañón y al levantarnos de la mesa, me pidieron a mí que rezara la acción de gracias. Hícelo conmovido, sintiendo un santo orgullo por mi calidad de sacerdote católico y de latino.

Pero a las fiestas del armisticio sucedió un duelo general. La grippe misteriosa cayó como ave de presa sobre la encantadora ciudad, cambiándola en un cementerio. En tres semanas murieron cerca de diez mil personas. No hubo casa que no llorara una víctima. 

En las calles, silencio tristísimo, interrumpido sólo por el pesado rodar de los carros que recogían los cadáveres. Era una reproducción de la peste de Milán, tan magistralmente descrita por Manzoni.  Los sacerdotes nos veíamos en la necesidad de pasar sobre los cadáveres para llevar los consuelos de la Religión a los organizantes. En medio de tanto dolor, era un consuelo ver las operaciones de la gracia, las muertes edificantes, llenas de resignación y de amor de Dios. Parecía que una misericordia especial preparaba las almas. A veces una mano invisible nos llevaba a la cabecera de los enfermos en el momento preciso para ayudarles a bien morir.

Finalmente pasó la epidemia. No hizo ninguna víctima en nuestra comunidad. La habíamos encomendado tanto a nuestro Vble. Padre. Tres días consecutivos expusimos el Santísimo y le rogamos nos diera su bendición. Y nos la dió. Ni un hermano ni un niño de nuestro instituto cayó.

Era justo un acto de acción de gracias. El 8 de diciembre, grande fiesta; y tres de nuestros alumnos abjuraron solemnemente del Protestantismo. El 20, aniversario de la venida de los Salesianos, fué la repartición de premios en el instituto. Presidieron Sir Frederich De-Nall Administrador General de la Colonia y el Obispo Católico Exmo. Sr. John Roony.

Sir De-Wall pronunció un gran discurso. Habló de los héroes de la guerra y de los no menos gloriosos de la paz. Cantó de Don Bosco que con la fe realizó y sigue realizando prodigios por medio de sus hijos. Examinó las relaciones del Estado y de la Iglesia con nuestro instituto, dió excelentes y prácticos consejos a nuestros alumnos y terminó diciendo; « Este es el instituto que yo, como gobernador y como ciudadano prefiero por su obra eminentemente humanitaria y práctica, y deseo, ayudarla positivamente. Veo que el local es escaso. Hoy ahí un terreno, el Sr. Director desea adquirirlo. Si de mi jurisdicción depende, se lo voy a dar ».

Uno de nuestros bienhechores, al despedirse me estrechaba la mano y me decía: ¿Lo ve ? La Obra Salesiana entusiasma a los mismos Protestantes y los hace pregonar las glorias del Catolicismo. Es que, amado Padre, D. Bosco nos asiste y bendice visiblemente.

BOLETÍN SALESIANO Septiembre-Octubre de 1919.

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