ESPAÑA. LA OBRA DE DON BOSCO



(Continuación)

Compónese la Congregación de sacerdotes y legos. Aquéllos se ocupan en el gobierno de la Congregación, cuidan en lo espiritual de los niños y adultos que asisten á sus talleres, y enseñan á los que frecuentan sus colegios: fomentan además el culto divino y la piedad de los pueblos ejercitándose en todos los oficios propios del ministerio sacerdotal. A los hermanos legos toca el desempeño de los oficios materiales de la casa y la dirección de los talleres y establecimientos agrícolas é industriales. Los talleres están destinados á la enseñanza de todas las artes y oficios: en los colegios se da a los niños la instrucción primaria, elemental y superior, y también en algunas localidades la segunda enseñanza, en todo ó en parte. En muchas poblaciones tienen asilos para recoger huérfanos, y en algunos lugares colonias agrícolas de grande importancia. Nació la obra en Italia, y tiene su casa matriz y centro principal en Turín; mas encontróse bien pronto oprimida en tan estrechos limites: salvó los montes, extendióse por Europa, y atravesando los mares ha llegado hasta los postreros confines del globo. En todo el mundo se ha hecho célebre y glorioso el nombre bendito de su fundador Don Juan Bosco, no solamente por la piedad y religión de sus hijos, y por las inmensas ventajas materiales y espirituales que
de su instituto se reportan, sino muy principalmente por la fama de sus raras virtudes y de los dones y gracias gratis dadas, de que estuvo adornado, como son, de un modo particular, la curación de enfermedades, la predicción de lo porvenir, y el conocimiento de lo más escondido en lo secreto del corazón humano.
Que Dios nuestro Señor le hubiese manifestado la próxima fundación de su instituto en Barcelona, con la precisa circunstancia de ser llamado allá por una señora, y de que había de ser la de Barcelona una gran fundación, parece ser cosa fuera de toda duda. Pero la misma importancia de la obra hubiera sido
causa de que se retardase su ejecución, á no haberse interesado en la fundación una señora del carácter enérgico y emprendedor de Dª Dorotea. Al llegar á manos de D. Bosco la carta que esta señora le escribió pidiéndole una fundación de su obra salesiana en Barcelona, so hallaba el Fundador en suma
escasez de personal formado, á causa de las numerosas colonias que desde Italia había expedido á diversos países de Europa. No hubo de sorprenderle la petición hecha por la señora de Barcelona, de la cual bahía tenido años antes superior conocimiento. Sin duda su deseo era satisfacer á los de la piadosa
dama barcelonesa, destinada por Dios á ser en nuestro país la madre de los hijos de Don Bosco: mas por la razón que hemos insinuado tuvo que contestarle no ser posible por entonces acceder á sus ruegos, y que debía esto diferirse para hasta que tuviese bien formados los sujetos que habían de dar el primer
impulso y la forma primera á la grande obra de la fundación de Barcelona.

Fué sobre todo encarecimiento la desazón que produjo en D» Dorotea semejante, no diré negativa, sino solamente dilación del cumplimiento de sus deseos. La viva imagen, que dentro de su mente llevaba impresa de la obra salesiana, y el deseo que ardía en su corazón de ver con sus ojos realizada aquella grande idea, tras la cual por tanto tiempo había andado, no le daban momento de reposo en razón de obtener con toda la prontitud posible la realización de aquel ideal que absorbía toda su atención. No hubo medio que no emplease, ni resorte que no moviese, influjo de personas de autoridad que no invocase, para inducir á D. Bosco á que no dilatara el cumplimiento de la más elevada de sus aspiraciones, cual era el ver establecidos y funcionando los Talleres Salesianos en Barcelona. Todo fué en vano: faltaba gente: era necesario formarla, y Don Bosco no quería comprometer su obra en los mismos comienzos de ella. Sin desmayar la activa señora y sin desistir de su propósito, elevó sus
súplicas al mismo romano Pontífice: y Dios bendijo su constancia de la manera
que se dirá.

Capítulo II.

Establecimiento de los Talleres Salesianos en Sarriá. — Ejercicios de 1883. — Ensánchase el local de loo talleres. — D. Jerónimo Granell.— Carta notable de Doña Dorotea. — Arbitrios para subvencionar los nuevos gastos de los Talleres Salesianos. — Pirogresos de la Obra Salesiana. — Noticias de las religios de María Auxiliadora.

1883-1885.

Hemos dicho ya que Dª Dorotea no perdonó medio ninguno ni dejó piedra por mover en razón de alcanzar el pronto estable cimiento del instituto salesiano en Barcelona. Bendijo el Cielo su constancia y la buena señora obtuvo lo que con tantas ansias pretendía. A principios del año de 1883 llegaban a Barcelona enviados desde Italia por Don Bosco dos de sus hijos, D. Juan Cagliero y D. Albera, para tratar de la nueva fundación con Dª Dorotea. La primera cosa que se propuso fué determinar el lugar el sitio en que convenía dar inicio á la grande obra. Había en las afueras de Sarriá, y casi pegada á la población, una finca, llamada Torre de Prats, de fácil adquisición, y muy á propósito para el objeto á
que se la quería destinar. Lo salubre del sitio, el estar á la voz fuera de poblado y muy próximo, por no decir contiguo, á Sarriá, y la comodidad de tener tan poco distante la estación del ferrocarril que ponía a la casa en fácil comunicación con Barcelona, llamaron la atención de Doña Dorotea, y merecieron la aceptación de los dos comisionados de D. Bosco. La fundadora entregó desde luego la cantidad de veinte mil duros para la compra del terremo y para los gastos más precisos de la instalación, y al instante se dio principio á la ejecución del proyecto, que por tanto tiempo había acariciado.

Por marzo vino desde Utrera á Barcelona D. Juan Branda, Superior á la sazón de los Salesianos eu Andalucía. Las ansias de este buen Padre por conocer y ver con sus propios ojos á la señora profetizada por Don Bosco tres años antes como instituidora de la Obra Salesiana en Cataluña, estaban en proporción con motivo de la grata sorpresa que experimentó al leer la carta de Dª Dorotea del año anterior y al recordar las palabras proféticas de su Superior General cuando le envió á España. Llegado á Barcelona D. Branda, hospedóse en casa de la misma señora, á quien tanto deseaba conocer: y tuvo la dicha de ser su huésped por espacio de un mes entero, durante el cual se fue preparando todo lo preciso para poderse establecer la comunidad Salesiana en la Torre de Prats recientemente adquirida. Aquel mismo año quedó la Torre transformada en casa religiosa y se abrieron para los niños de la clase obrera los Talleres Salesianos.

Desde su llegada reconoció D. Branda en Dª Dorotea no á una simple fundadora de un establecimiento Salesiano, sino á una tierna y cariñosa madre de los hijos de Don Bosco y de los alumnos que el Cielo confiaba á sus cuidados. Ella en persona iba á comprarlos muebles necesarios para la nueva casa, y los pagaba de su bolsillo; ella procuraba las provisiones necesarias para el sustento de la nueva familia; ella velaba de continuo por su bienestar, y visitaba con gran frecuencia la casa para conocer por sí misma las necesidades de ella y remediarlas, como lo pudiera hacer por sus amados hijos la madre más solícita y cariñosa; ella por fin se encargó del lavado de la ropa de la sacristía y cocina, que por sus propias manos remendaba.

No es para pasado en silencio un caso de mucha edificación, que sucedió en estos días. Un Padre de los de Sarriá tuvo en cierta ocasión necesidad de verse con Dª Dorotea. Va á casa de la señora, y se la encuentra atareada en remendar un trapo viejo de cocina, que por su antigüedad y largos servicios ya
prestados era bien merecedor de jubilación y de ir á parar dentro del saco del trapero. Admirado el Padre al ver tanta humildad, tanto afán y tal espíritu de economía, dijo á la señora: « ¿A qué perder el tiempo y el trabajo en remendar ese trapillo, si con lo que se necesita para ponerlo en estado de servir un millar de veces, se podría comprar uno nuevo?» — « Es preciso, » responde con dulce sonrisa, « aprovecharlo todo. Dios, » continúa, « me pediría cuenta del hecho, si yo desechara por inútil ese trapo. » Y siguió adelante remendándolo; de lo cual quedó no poco edificado y maravillado el buen Padre, al ver que una señora tan principal y tan abundante de medios, sin haber hecho voto de pobreza, le diese
de ella tan elocuente lección.

El mayor deseo de Doña Dorotea era ver establecidos los talleres, y á los jóvenes ocupados en ellos. Hasta en el retiro de los santos ejercicios la preocupaba este pensamiento, como se ve en uno de los propósitos que en ellos formó este año.

En vista de mi último fin, » dice, « resuelvo hacer todas mis acciones dedicadas á Dios, purificando mi intención en todas ellas. Miraré con indiferencia todo lo que no sea ofensa de Dios, amoldándome al gusto de los demás. Tendré un particular cuidado mi hacer bien el examen. » « Me entregaré enteramente á trabajar en la salvación de las almas por medio de las escuelas, las que procuraré, en lo que mis fuerzas alcancen, extenderlas lo más posible.»

« Procuraré una nueva regla de vida, según me ha indicado el P. Director de los ejercicios, rezando, cuando pueda, el oficio parvo de la Sma. Virgen. Ver cómo se PODRÁ LOGRAR LA ESTANCIA DE LOS CHICOS EN LOS TALLERES. Corregir el genio con la dulzura.

Como lo determinó en los ejercicios, así lo realizó ocupándose con increíble tesón en atraer niños á los talleres, á pesar de hallarse estos tan á los principios, que carecían de toda comodidad. Fue tal el entusiasmo que se despertó en Barcelona por estos talleres , que ya el año siguiente de 1884 ni bastó para darles cabida la primera casa, ni fué suficientemente capaz la sala que se destinó para capilla, sucediendo otro tanto con los talleres y los dormitorios. En vista de tal afluencia de niños y de tanta estrechez de local, llama Dª Dorotea a su maestro de obras, y le hace levantar los planos de una
nueva capilla y de un segundo dormitorio, formar los presupuestos y proceder á toda prisa á su construcción.

Era el maestro de obras de Dª. Dorotea Don Jerónimo Granel, sujeto digno de especial mención. A su grande honradez é inteligencia añadía el Sr. Granell el alto aprecio en que tenía á “santa Dorotea fundadora” como él la llamaba por verla toda ocupada en bien del prójimo y en particular de los pobres y de los niños. Como sabía que á veces no le alcanzaban á la caritativa señora los recursos necesarios para emprender todas las obras, que su caridad le inspiraba, el Sr Granell se avenía fácilmente a que no le pagara , sino cuando pudiese, las cuentas de las construcciones que le en comendaba. Con esto
Doña Dorotea se atrevía á emprender cualquiera obra que juzgase conveniente, esperando en Dios que no faltarían medios para satisfacer tarde ó temprano el importe de ellas. Otras veces, cuando el coste de las obras era considerable, con anuencia del maestro señor Granell lo satisfacía á plazos, entregando en
cada uno cantidades relativamente pequeñas hasta llegar con el tiempo a amortizar la deuda.

Cuando le llamaba Dª. Dorotea, solía decirle : « Mande V. cuanto quiera; y á pagar, cuando pueda. » Estaba bien persuadido que más ansia se daría la señora para ver de pagar, que no él en querer cobrar. A la muerte del Sr. Granell, ocurrida poco antes que la de Doña Dorotea, ésta se hallaba en descubierto con él de una no despreciable cantidad, cuyo importe se satisfizo á la hija de D. Jerónimo, según consta de un recibo por ella firmado. Este Sr. Granell fué el que este año de 1884 levantó la actual capilla de la casa de Sarriá y construyó el nuevo dormitorio. Además edificó una sala espaciosa con destino á taller de encuadernaciones, cuya maquinaria toda costeó Doña Dorotea, no cabiendo en si de pura satisfacción al ver lo mucho que su obra prosperaba.

El dormitorio construido el año anterior de 1884 pronto fué insuficiente para contener á todos los niños que se iban admitiendo. Además era necesario instalar nuevos talleres para ocupar á todos los que acudían á Sarriá con objeto de aprender oficio conforme a sus inclinaciones y aptitudes. Las necesidades aumentaban: los deseos que de satisfacerlas sentía la buena señora, eran ardentísimos, pero escaseaban los medios pecuniarios con que atender a ellas.

En situación tan angustiosa acudió Dª. Dorotea a su recurso ordinario al verse en aprieos semejantes; y fué el de interesar á las personas de su familia y á cuantos amigos juzgaba dotados de posibilidad y deseo de hacer bien, á que coadyuvasen á obra de tanta utilidad para los hijos de la clase obrera y al mismo tiempo de muchísima gloria de Dios. No escaseaban afortunadamente en Barcelona los amigos de Dª Dorotea dotados de las dos cualidades que hemos dicho, y á la vez admiradores del espíritu emprendedor y activo de la señora.

Muchos y muy conocidos nombres podríamos citar de personas ilustres que se ofrecieron generosamente á secundar los vastos planes de Dª.  Dorotea; mas nos abstenemos de nombrarlas por no ofender su modestia, contentándonos con citar el nombre glorioso de D. Antonio Escolano, administrador del Banco de Barcelona, por haber ya fallecido y pasado á recibir la recompensa debida á sus virtudes y á su grande caridad con los pobres y necesitados. Dª Dorotea para atraer con más disimulo y no menor eficacia á sus amigos á que contribuyesen á la obra, ideó una rifa, cuyas suertes fueran los mismos objetos que dichas personas ofreciesen para este fin. Encargóse ella de recoger los donativos, de colocarlos y exponerlos en el local de los Talleres; y más de una vez durante la preparación de la rifa se la vió tomar la regadera y la escoba, y regar y barrer, cual si fuese una pobre sirvienta, los patios y tránsitos. Y tan poco se parecía á sí misma cuando estos oficios de humildad ejercitaba, que en alguna ocasión se la confundió con una persona de más humilde cuna, y como á tal se la trató. Entre los niños que trabajaban en los talleres, había uno, andaluz, más vivo que un azogue, haragán como el que más, con un palique que dejaba atrás á los de su tierra, y por añadidura sumamente travieso. Todos los asilados profesaban tal respeto y veneración á Dª. Dorotea, que se acercaban a besarle la mano como si fuera su madre. Estaban en una ocasión barriendo varios de los niños, entre ellos el andaluz, y por allí andaba Dª Dorotea trasteando. Ofrecerle á ésta tener necesidad de una escoba; y volviéndose al primer chico que vio cerca de sí, le dice:  !Mira, niño, tráeme aquella escoba. »

 — « Pues, váyase ustéd por ella, » le respondió mirándola con cierto desdén el deslenguado andalucito, creyendo ser la que le hablaba una mujer cualquiera, que so había metido donde nadie la había llamado. 

Los compañeros, al oír tal respuesta, gravemente escandalizados y sentidos de contestación tan poco respetuosa, le reprendieron agriamente, diciéndole: “¿No ves que es nuesta madre, Dª. Dorotea”? El pobre no le había reconocido. El conjunto del hecho hizo gracia a la señora, que se gozaba de verse en es traje y ocupada en tan vil oficio: gustó del desparpajo del traviesillo andaluz, y se consoló con las señales que manifestaron los demás niños y el dulce nombre de “madre” con que la apellidaron.

Más que todo la alegró no solamente el buen resultado de la rifa ideada por ella, sino también la abundante limosna que ofreció una persona distinguida para cooperar a tan santa obra.Y en efecto ese mismo año en 1885 se comenzaron nuevas obras para el ensanche del edificio, que consistieron en cuatro salas destinadas á otros tantos talleres: fueron estos el de carpintería, escultura, sastrería y zapatería. El gozo de Dª Dorotea al ver los rápidos progreso de su obra favorita, no tenía límites- Parecíale un sueño aquella misma realidad, que con sus ojos veía y con sus manos palpaba. No sabía cómo agradecer al Señor el insigne beneficio que le haba hecho én darle á conocer á los hijos de D.
Bosco, con cuyo auxilio había logrado poner por obra aquel ardiente deseo que tantos anos atrás había concebido de procurar el bien corporal y espiritual de los hijos del obrero, y ahora veía realizarse y tomar gradualmente dimensiones tales, cuales ella nunca hubiera osado imaginar.

Mas no estaba todavía satisfecho su corazón. El estado actual de los Talleres y el impulso que se había impreso á la obra, daban esperanzas seguras de que se habría atendido al bien de los niños según su posibilidad permitía. Pero faltaba un vacío por llenar. No estaban menos necesitadas que los hijos, las hijas de los pobres obreros. Era preciso atender a esta necesidad con tanto ahinco y empeño como se estaba haciendo a la primera. Ya años antes había D. Bosco concebido y realizado el plan de llamar a las mujeres a participar de los combates y de los triunfos de los soldados del Oratorio de San
Francisco de Sales.

Era el 5 de agosto, fiesta de nuestra Señora de las Nieves , del año 1872. Quince denodadas y animosas jóvenes recibían de manos del Sr. Obispo de Acqui en Mornese, linda población de Italia en la mencionada diócesis, el hábito religioso, dando, principio á la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora. A la cabeza de esta recién nacida Congregación fué colocada María Mazzarello, doncella piadosa, que con ejemplos de virtudes no comunes había durante algún tiempo sido la edificación de sus vecinos. Bajo la dirección de esta virtuosa mujer propagóse rápidamente el nuevo instituto; y en pocos años las fundaciones de casas, asilos, escuelas, oratorios festivos y casas de huérfanos surgieron como por encanto en varias ciudades y villas de Liguria y de Sicilia, y en algunos otros puntos de Italia.
Las Hijas de María Auxiliadora no solamente emularon la industriosa laboriosidad de sus hermanos los hijos de D. Bosco, trabajando día y noche sin darse punto de reposo en la educación de la niñez desvalida, sino que rivalizaron con ellos en heroísmo: y ya en 1878 seis años después de su fundación, partía para la América meridional una colonia á ayudar á los misioneros en sus empresas apostólicas. A esta primera expedición sucedieron otras y otras: y las Hijas de María Auxiliadora hicieron prodigios de abnegación y de caridad en el Uruguay y en la República Argentina, y llegaron hasta el centro
mismo de la Patagonia.

La devoción á María Auxiliadora nació en el ánimo de D.“ Dorotea desde el momento en que conoció y trató personalmente á los Padres Salesianos. «Desde el primer día » dice una de ellos, que Dª. Dorotea conoció á los Salesianos, concibió en su corazón una devoción ternísima á María Auxiliadora y se consagró de una manera particular á la propagación del culto de la Santísima Virgen, invocada con el hermoso título de « María Auxilio de los cristianos. « Habiendo sabido que D, Bosco había fundado una congregación religiosa para mujeres, bajo la advocación de María Auxilio de los cristianos, cuyo fin es hacer con las niñas lo que los Salesianos hacen con los niños, animada siempre del deseo de ver establecida en su totalidad en esta tierra (la Obra de Don Bosco), tanto trabajó, que pudo conseguir... viniesen algunas de dichas religiosas á fundar su primera casa en Sarriá, » como veremos en el capítulo siguiente.

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